La Guerra Civil significó lucha entre dos grupos irreconciliables. Los que ostentaban el poder que se posicionaron, por simple interés, con el llamado bando nacional y los que buscaban un mundo mejor que se posicionaron con el bando republicano.
Tras la victoria de los primeros las mentiras y calumnias, que se vertieron con el único fin de desacreditar los avances que luego socavaron los nacionales. Mientras que ellos ensalzaron a sus muertos del bando nacional con monumentos y actos, la verdad sobre la necesidad de la burguesía de dicho exterminio para poder mantener sus privilegios, ante una clase obrera que luchaba por la transformación social, quedó silenciada bajo una losa de prejuicios religiosos y nacionales.
Durante y después de la Guerra Civil el pueblo sufrió el mayor período de represión conocido.
Con la Transición, se vio como se dejó de lado todo el proceso de recuperación de la Memoria Histórica para que, de igual forma, se dejase de lado cualquier tipo de conflicto entre unos y otros. Mientras que unos seguían sin ser juzgados, otros seguían siendo juzgados por las calumnias aún después de muertos. El necesario proceso de depuración de los elementos reaccionarios del aparato estatal nunca se llevó a cabo. A consecuencia de ello todavía tenemos jueces franquistas en los altos puestos de la judicatura, los cuales no quieren oír hablar de responsabilidades contra la represión franquista. Fueron estos mismos los que juzgaron a Garzón ante el intento de éste de empezar un proceso judicial. También la existencia de la Audiencia Nacional, sustituta del Tribunal de Orden Público franquista, y una monarquía, impuesta por el franquismo, son consecuencia de un proceso por el que la burguesía franquista se ancló en las “instituciones democráticas”.
Utilizaron dicha posición para continuar con la represión que hizo Franco entre 1936 y 1975. De esta forma el señor Fraga, fundador de AP y miembro honorífico del PP, reprimió a los trabajadores de Vitoria en aquel famoso 3 de marzo de 1976. Con esta represión querían indicar una cosa: no hay ni paz ni cuartel para los trabajadores que busquen cambiar el estado de las cosas. Las direcciones sindicales y políticas, en un error de hondo calado, olvidaron y perdonaron a los franquistas dejando a éstos, una vez más, que explicasen su historia apartando los motivos de las convulsiones sociales y la verdad revolucionaria sobre los años 30. Todo aquello que podría levantar otra vez al pueblo en los años 70 fue desviado para que no se supieran los verdaderos sucesos del año 36: la mala situación de la clase trabajadora que ocupó empresas y las puso a producir, en definitiva, que hizo una revolución al margen de la institución burguesa.
En 2006, con el motivo del 70 aniversario de la Guerra Civil, el movimiento de recuperación de la Memoria Histórica se reavivó. Hasta tal punto que apareció la esquela de Virgilio Leret en El País. Se formalizó la Ley de Memoria Histórica. Esta ley, insuficiente como lo ha demostrado el proceso abierto contra Garzón, no va a ayudar a las expectativas del pueblo. De hecho, a raíz de las investigaciones del Juez Garzón, se ha visto como esta ley más que ayudar, dificulta la acción de la justicia contra el franquismo.
Pero las mentiras no sólo han llegado por parte de los franquistas. Ciertos sectores que en su día se beneficiaron con la publicación de escritos sobre la guerra civil, con falsificación incluida, se han hecho hueco entre los verdaderos actores. Ese es el caso de Carlota O´Neill cuya narración descalifica, injustificadamente, a varios miembros de los Leret. Éstos sectores han desdibujado lo que fue la Guerra Civil anunciando esta como una pelea por “la democracia” en abstracto. La Guerra Civil fue una producto de las contradicciones de clase. Parte de la clase burguesa se fue del país (Gil Robles, aunque apoyó al bando nacional desde Portugal, Lerroux...) o entró en el bando fascista (Juan March) y, los que se quedaron en el bando republicano, intentaron descarrilar el proceso revolucionario(Felipe Sánchez-Román) siendo los principales culpables de la derrota. Parte de la clase obrera, aquellos que no tenían prejuicios ni religiosos ni nacionales, se quedó en el bando republicano creando comités al margen del gobierno republicano. La pena fue que muchos dirigentes con cortas miras miraron hacia otro lado apoyando el descarrilamiento deseado por la burguesía (Dolores Ibarruri, Juan Negrin).
Los Leret, aún no constituidos en asociación, queremos recordar en estas elecciones autonómicas, y en el futuro, a todos los revolucionarios anónimos y conocidos que lucharon en el bando republicano. Especialmente vemos con aprecio el intento de la clase obrera por cambiar la sociedad entre 1931 y 1939.
Además, como miles de familias en el Estado Español, queremos recordar con especial cariño a los nuestros y reivindicar LA VERDAD sobre nuestra familia. Virgilio Leret Ruiz, inventor del primer motor a reacción y fusilado en julio de 1936 por defender, con heroicidad, la base de hidroaviones del Atalayón frente el ataque fascista. Carlos Leret Úbeda, que mandó el ejército que avanzó a Sevilla contra la Sanjurjada, se opuso al Golpe de Estado de 1936 y se hizo cargo del colegio de Huérfanos de Aranjuez con el objeto de defender a los huérfanos de los militares de infantería, sufrió la represión franquista y ha sido juzgado dos veces, una en vida por el franquismo y otra fallecido debido a la ignorancia o al interés de Carlota O’Neill. Guillermo Leret Ruiz, militante socialista, presentó varias quejas sobre los incumplimientos de los fascistas en el Cuartel de la Montaña, ante lo cual se le envía a los calabozos en varias ocasiones. Tras la guerra malvive ante la explotación de la burguesía. Gabriel Leret Ruiz, que luchando en el bando republicano fue preso y juzgado por el régimen franquista.
Para colmo gente, como Carlota O’Neill, que critica desde la derecha el proceso Venezolano ,similar al de la República Española, afirma aún teniendo estos datos falsedades sobre algunos de estos miembros acusándoles de fascistas.
De la misma manera, tenemos ciertos periodistas que han escrito artículos sobre nuestra familia con datos que se alejan de la realidad. Información, que podrían haber contrastado con los medios adecuados. Lo que nos genera dudas sobre la profesionalidad de los mismos.
Para que la Memoria Histórica siga viva queremos constituir, en un futuro, una asociación que reivindique la verdad sin medias tintas. No manipulables a intereses de unos cuantos.
Firmado: Manuel Adrián Rodríguez Leret y Ascensión Leret Verdú
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